Las Páginas Amarillas - El Odio.
Una de las pasiones más intrigantes del ser humano es el amor. El amor es el rostro de todos aquellos personajes hermosos que habitan en lugares intangibles. Seguramente estamos ante el elemento determinante de la gran mayoría de vidas en el planeta tierra, directa o indirectamente. No existe pasión que se apodere de una persona ni la perturbe tanto como el amor. Excepto quizás el Odio, su antagonista principal y el único que puede derrotarlo.
Mecanismos de supervivencia, todo son mecanismos de supervivencia cuando queremos justificar una actitud paupérrima frente a ciertas situaciones que no somos capaces de superar de otra manera. Suele decirse por ahí que el odio es un sentimiento innecesario, solo te hace una persona iracunda y tóxica, alguien que no es capaz de expiar sus resentimientos, pero, ¿y si les dijera que el odio es una buena herramienta que tenemos a la mano para superar los baches que nos provocan otras personas?
Bien, antes de empezar a explicar esta idea absurda, voy a darle un poco de contexto a las personas que están leyendo la edición de ‘Las Páginas’.
Hasta hace relativamente poco, había una persona en la que reposaban todos y cada uno de los sentimientos negativos que ya no cabían en mí interior. Demonicé a un ser humano que solo hizo dos cosas; vivir su vida sin mi en sus planes y ser feliz sin pensar en nadie más.
Nunca antes en mi vida me había sentido tan atormentado por una sonrisa, tener la certeza de que soy prescindible es un sentimiento que inicialmente me golpeaba la nuca constantemente y me dejaba catatónico, hasta que fui medianamente capaz de entenderlo, a partir de ese momento se convirtió en un fantasma qué se alimentaba a diario con las lágrimas que ya no era capaz de reservarme para otros momentos u otras personas.
Eventualmente me di cuenta de que odié porque necesitaba una razón para ser mejor. Había que demostrarle algo a alguien y por unos meses fue así, me propuse ser mejor para alguien que ya no deseaba existir para mi, por su propio bien, he de admitir. Con el tiempo yo mismo me hice entender que no podía ser mejor si no lo era para mi mismo.
Tengo la idea de que la gente jamás debería cambiar por alguien más, los cambios siempre deben ser hechos pensando en uno mismo, la iniciativa debe estar ahí porque uno necesita cambiar, no porque alguien más dijo que debemos cambiar.
(Esta es otra idea que voy a desarrollar en el futuro porque solo dios sabe la razón que me va a dar el tiempo con ese párrafo.)
Entonces Ángel, llevamos más de una página y todavía no leímos cómo nos puede ayudar el odio a superar los baches emocionales, ¿Cuál es el secreto? Bien, el secreto es que debemos entender que el odio no es ilimitado, siempre habrá motivos para odiar, pero los mismos no son infinitos, los seres humanos no lo somos en primer lugar, y es posible que seamos capaces de desarrollar la virtud para purgar el odio; no me refiero a perdonar, eso es una cuestión diferente que requiere conductas distintas (ciertamente más maduras) sin embargo, no siempre se puede contar con el carácter para perdonar a todas las personas, sobre todo cuando los motivos que nos llevaron a odiar tienen más peso que cualquier valoración positiva que hagamos respecto a la situación (En casos que traspasan la frontera de la legalidad es en donde se hace más evidente esa distinción.). En ese caso en particular lo mejor es detenerse en seco y descomponer los motivos de este sentimiento agotador, pero necesario, tomar un respiro, comprender en su totalidad en que está fundamentado ese odio y buscar una solución transitoria que nos ayude, aunque dicho desenlace sea en parte egoísta, hay que tener en cuenta que es asunto nuestro y puede que nos afecte solo a nosotros mismos (Si se trata de más de un individuo pues lo mejor sería que cada quien aplique lo anterior deforma independiente.) de ese modo le daremos un descanso a la mente por lo menos hasta que seamos capaces de hallar una solución que, dado el caso de que dicha solución transitoria sea egoísta, la siguiente lo sea en menor medida y podamos vivir en paz con nuestros demonios y si es posible, eventualmente lograremos toparnos con aquella definitiva que le pondrá fin a las asperezas con el invocador de estos demonios.
Lamentablemente ese proceso no es tan fácil como soplar y hacer botellas, en mi caso en particular tomó casi dos años conocer qué era lo que me afligía, amén de encontrar el camino correcto bajo el cual todas mis incomodidades se vieran resueltas, y más temprano que tarde, sabiendo que no podía odiar para toda la vida, pude volver a pensar en esa persona, esta vez no como un almacén de negatividad, sino como lo que siempre fue; un ser humano.
Concluyo esta edición incitándolos a odiar, pero intentando siempre entender el porqué de nuestro odio, hay gente que se ha muerto por odiar y no queremos aumentar esa cifra.
Pues más de dos meses después logré terminar de escribir esta edición, espero no demorar mucho en escribir la siguiente o probablemente me voy a quedar sin lectores (tengo como cuatro, pero peor sería tener ninguno.)
Me gustaría agradecer a Lina que fue quien me incitó a abrir un blog, en verdad me dijo que lo hiciera en una página de Instagram, sin embargo vamos a darle el mérito por el blog porque aparte también me dio algunas ideas para escribir.
Muchas gracias a los que leyeron e interactuaron, nos leeremos en la próxima edición de Las Páginas Amarillas.
Si quieren debatir sobre el tema o hacer una corrección al texto los leo encantado, nada mas tienen que acceder con su cuenta de Google y podrán comentar lo que se les antoje.
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